Ahora! Libro gratis para leer en línea ✅
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
Advanced
Sign in Sign up
  • Home
  • Todos los libros
    • Libros más populares
    • Libros de tendencia
    • Libro mejor calificado
  • BLOG
  • Adult
  • Bestseller
  • Romanticas
  • Fantasía
  • Ciencia ficción
  • Thriller
  1. Home
  2. El corazón del invierno
  3. Capítulo 56
Prev
Next

intensa no resultaba nada fácil—. Hasta que decidamos lo contrario, no darás pie a que vuelva a verte sin dos o tres Allegadas si sabes lo que te conviene.

—Si vos lo decís —repuso Alivia, ni por asomo azorada—. ¿Qué mensaje queréis que transmita a la señora Corly?

—Dile que he de declinar su amable invitación. ¡Y tú recuerda lo que te he dicho!

—Se lo diré —manifestó la seanchan con su peculiar acento que arrastraba las vocales y pasando completamente por alto la reconvención—. Pero no creo que fuera exactamente una invitación. Una hora después de anochecer, indicó. Puede que queráis recordar eso. —Tras una leve y enterada sonrisa, se marchó sin apresurarse en absoluto a regresar a donde debía estar.

Nynaeve lanzó una mirada furibunda a la espalda de la mujer que se alejaba, y no porque también hubiese pasado por alto hacerle una reverencia. Bueno, no sólo por eso. Lástima que no hubiese conservado algo de su actitud meliflua, hacia las hermanas al menos. Tras lanzar una ojeada a la puerta que ocultaba a las Atha’an Miere, Nynaeve se planteó el seguir a Alivia para asegurarse de que hacía lo que se le había ordenado. No obstante, echó a andar en dirección contraria. Sin prisas. Sería muy desagradable si las mujeres de los Marinos salían y decidían que había estado escuchando a escondidas, pero desde luego no se apresuró. Simplemente le apetecía caminar a paso vivo. Eso era todo.

Las Atha’an Miere no eran las únicas en palacio a las que quería evitar. De modo que no se trataba exactamente de una invitación, ¿eh? Sumeko Karistovan, Chilares Arman y Famelle Juarde habían sido parte del Círculo con Reanne Corly. La cena sólo era una excusa. Querrían hablar con ella sobre las Detectoras de Vientos. Más concretamente, sobre la relación entre las Aes Sedai que estaban en palacio y las «espontáneas» de los Marinos. No la reprenderían exactamente por no saber mantener la dignidad de la Torre Blanca. No habían llegado tan lejos; aún no, aunque parecía que se acercaban más cada día. Empero, a lo largo de toda la cena no dejarían de sucederse las preguntas mordaces y los comentarios aún más afilados, pero nada lo bastante claro para que pudiera ordenarles que se callaran; cosa que dudaba que hicieran si no recurría a una orden. Y eran muy capaces de ir a buscarla si no se reunía con ellas. Tratar de enseñarles a mostrar carácter había sido un tremendo error por su parte, bien que al menos no era la única que tenía que aguantarlo; con todo, creía que Elayne se las había arreglado para eludir lo peor. Oh, qué ganas tenía de verlas con los vestidos blancos de Aceptadas puestos. ¡Y aún tenía más ganas de no volver a ver a las Atha’an Miere nunca jamás!

—¡Nynaeve! —sonó un grito a su espalda, extrañamente ahogado. Con el acento de las gentes de los Marinos—. ¡Nynaeve!

Obligándose a retirar la mano de la trenza, Nynaeve giró sobre sus talones, dispuesta a echar una bronca a quien fuera. Ahora no era una maestra, no estaban en un barco ¡y podían dejarla en paz de una puñetera vez!

Talaan llegó ante de ella, y se paró tan bruscamente que sus pies descalzos resbalaron sobre las baldosas de color rojo oscuro. La joven, que jadeaba, giró la cabeza a un lado y a otro como si tuviese miedo de que alguien apareciera de repente. Se encogía cada vez que un criado uniformado aparecía un momento a lo lejos, y sólo volvía a respirar cuando veía que sólo era un sirviente.

—¿Puedo ir a la Torre Blanca? —preguntó, falta de aliento, mientras se retorcía las manos y cambiaba el peso de un pie a otro—. Nunca me escogerán. Un sacrificio, lo llaman, dejar el mar para siempre, pero yo sueño con convertirme en novicia. Echaré mucho de menos a mi madre, pero… Por favor. Tienes que llevarme a la Torre. ¡Debes hacerlo!

Nynaeve parpadeó sorprendida. Muchas mujeres soñaban con convertirse en Aes Sedai, pero nunca había oído a nadie decir que soñaba con convertirse en novicia. Además… Las Atha’an Miere rehusaban el pasaje a las Aes Sedai en cualquier barco cuya Detectora de Vientos pudiera encauzar; pero, para evitar que las hermanas investigaran más a fondo, de vez en cuando se elegía a una aprendiza para que fuese a la Torre Blanca. Egwene aseguraba que sólo había tres hermanas de origen Atha’an Miere actualmente, todas débiles en el Poder. Durante tres mil años aquello había bastado para convencer a la Torre de que la habilidad era infrecuente y muy reducida en las mujeres de los Marinos y, por ende, que no merecía la pena investigarlo. Talaan tenía razón; nadie tan fuerte como ella recibiría permiso para ir a la Torre, ni siquiera ahora, que su subterfugio estaba llegando a su fin. De hecho, parte del acuerdo con ellas era que a las hermanas Atha’an Miere se les diera permiso para dejar de ser Aes Sedai y regresar a los barcos. ¡La Antecámara pondría el grito en el cielo por eso!

—Bueno, el entrenamiento es muy duro, Talaan —contestó suavemente—, y debes tener al menos quince años. Además… —Otra cosa que la chica había dicho se abrió paso en su mente—. ¿Que echarás de menos a tu madre? —preguntó, incrédula, sin importarle cómo sonaba aquello.

—¡Tengo diecinueve! —replicó, indignada, Talaan. Mirando su rostro y su cuerpo de muchachito Nynaeve no supo si creerle—. Y por supuesto que echaré de menos a mi madre. ¿Acaso no es natural? Oh, entiendo. No lo has comprendido. En privado somos muy afectuosas, pero debemos evitar cualquier muestra de favor en público. Eso es un delito serio entre nosotros. Podría provocar que despojaran de su rango a mi madre, y que a las dos nos colgaran cabeza abajo en los aparejos para ser azotadas.

Nynaeve torció el gesto ante la mención de colgar cabeza abajo.

—Desde luego entiendo muy bien que quisieras evitar eso —dijo—. Aun así…

—¡Todo el mundo intenta evitar el menor atisbo de favor, pero para mí es peor, Nynaeve!

Realmente, la muchacha, la joven, tendría que aprender a no interrumpir a una hermana si se convertía en novicia. Lo que no significaba que pudiese. Nynaeve trató de tomar de nuevo la iniciativa, pero las palabras salieron como un torrente de Talaan.

—Mi abuela es Detectora de Vientos de la Señora de las Olas del clan Rossaine. Mi bisabuela es Detectora de Vientos del clan Dacan, y su hermana del clan Takana. Para mi familia es un honor que cinco de nosotras hayamos llegado tan arriba. Y todo el mundo está atento a que haya alguna señal de que la familia Gelyn abuse de su influencia. Y con toda razón, lo sé; no puede permitirse el trato de favor. ¡Pero mi hermana estuvo como aprendiza cinco años más de lo normal, y mi prima seis! Así nadie puede argumentar que se las favoreció. ¡Cuando miro las estrellas y doy nuestra posición correctamente, se me castiga por ser lenta a pesar de que tengo la respuesta tan rápidamente como la Detectora de Vientos Ehvon! ¡Cuando pruebo el mar y digo la costa a la que nos aproximamos, se me castiga porque el gusto que he nombrado no es exactamente el que nota la Detectora de Vientos Ehvon! ¡Te he escudado dos veces, pero esta noche me colgarán por los tobillos por no hacerlo más deprisa! ¡Y se me castiga por fallos que a otras les pasan por alto, por fallos que nunca cometo pero que podría cometer! ¿Tu entrenamiento como novicia fue así de duro, Nynaeve?

—Mi entrenamiento de novicia —repitió débilmente la mujer. Ojalá la chica dejara de sacar a relucir lo de estar colgada por los tobillos—. Sí. Bueno. No te gustaría realmente saberlo. —¿Cuatro generaciones de mujeres con el don? ¡Luz! Hasta una hija siguiendo los pasos de la madre ya era poco corriente. La Torre querría tener a Talaan, por supuesto. Sin embargo, eso no iba a ocurrir—. Supongo que Caire y Tebreille se quieren realmente, ¿verdad? —dijo con el propósito de cambiar de conversación.

—Mi tía es taimada y falsa. —Talaan resopló—. Disfruta con cualquier humillación que pueda causar a mi madre. Pero mi madre la pone en su sitio, como merece. Un día, Tebreille va a encontrarse sirviendo en un remontador, ¡bajo el mando de una Navegante con mano de hierro y con dolor de muelas! —Asintió con gesto sombrío y a la vez satisfecho. Y después dio un brinco, abiertos los ojos como platos, cuando un criado pasó presuroso a su espalda. Aquello le recordó su propósito. Volvió a intentar vigilar en todas direcciones a la vez mientras hablaba deprisa—. No puedes decirlo durante las lecciones, por supuesto, pero servirá en cualquier otro momento. Anuncia que voy a la Torre, y no podrán negártelo. ¡Eres Aes Sedai!

Nynaeve miró a la chica con los ojos desorbitados. ¿Y acaso lo habrían olvidado todo al respecto la siguiente vez que impartiese una lección? ¡Esa muchacha tonta había visto lo que le hacían!

—No sé hasta qué punto deseas ir, Talaan, pero…

—Gracias —la interrumpió la joven, que hizo una rápida reverencia—. ¡Gracias! —Y volvió sobre sus pasos a toda carrera.

—¡Espera! —gritó Nynaeve, que avanzó un trecho tras ella—. ¡Vuelve! ¡No he prometido nada!

Los criados se giraron para mirarla y siguieron lanzando ojeadas sorprendidas en su dirección aun después de haber reanudado sus ocupaciones. Nynaeve habría corrido en pos de la tonta muchacha si no hubiera sido porque temía que tendría que llegar a donde estaban Zaida y las otras. Y a buen seguro que esa necia soltaría que iba a la Torre, que Nynaeve lo había prometido. ¡Luz, probablemente se lo diría de todos modos!

—Tienes un gesto como si acabaras de tragarte una ciruela podrida —comentó Lan, que apareció a su lado, alto y absolutamente atractivo con su chaqueta verde que tan bien le quedaba.

Nynaeve se preguntó cuánto tiempo llevaría allí. Parecía imposible que un hombre tan grande, de presencia tan imponente, pudiera mantenerse tan inmóvil que uno no reparaba en él, aun sin llevar la capa de Guardián.

—Toda una cesta —masculló al tiempo que apretaba la cara contra el ancho pecho de su esposo. Era muy agradable apoyarse en su fuerza, sólo durante un momento, mientras él le acariciaba el cabello suavemente. Aun cuando tuviera que apartar a un lado la empuñadura de la espada, clavada en sus costillas. Y cualquiera a quien no le gustara ver tal demostración de afecto en público podía irse al infierno. Nynaeve veía cómo un desastre se sumaba a otro. Incluso si les decía a Zaida y a las demás que no tenía intención de llevarse a Talaan a ninguna parte, iban a desollarla. En esta ocasión no podría ocultárselo a Lan; si es que había conseguido hacerlo la primera vez. Reanne y las otras se enterarían. ¡Y Alise! Empezarían a tratarla como a Merilille, pasando por alto sus órdenes, demostrándole tan poco respeto como las Detectoras de Vientos a Talaan. De algún modo le endosarían la responsabilidad de vigilar a Alivia, cosa que daría lugar a alguna catástrofe, a la más absoluta humillación. Últimamente parecía que era lo único que sabía hacer: encontrar otra manera de que la humillasen. Y, como si todo eso no fuera bastante, cada cuatro días aún tenía que enfrentarse a Zaida y a las Detectoras de Vientos.

—¿Recuerdas cómo me retuviste en nuestros aposentos ayer por la mañana? —murmuró a la par que alzaba la vista hacia su cara,

Prev
Next

YOU MAY ALSO LIKE

El Dragón Renacido
El Dragón Renacido
August 3, 2020
Conan el invicto
Conan el invicto
August 3, 2020
Conan el invencible
Conan el invencible
August 3, 2020
El Despertar de los Heroes
El Despertar de los Heroes
August 3, 2020
  • Privacy Policy
  • About Us
  • Contact Us
  • Copyright
  • DMCA Notice

© 2020 Copyright por el autor de los libros. All rights reserved.