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Nunca imaginó que la vida podía ser así, pero si lo hubiera hecho tampoco le habría importado. No le interesaba nada, ni él mismo hasta que llegó ella.
Antes de ella estaba vacío, antes de ella no sabía lo que era la felicidad o la plenitud, y éste es su viaje hacia su vida con ella.
Este nuevo libro, explora la historia del amor infinito entre Tessa y Hardin desde otro punto de vista. Narrada por Hardin y otros protagonistas de la serie, descubrirás nuevas historias, nuevos momentos y una nueva mirada a la historia de estas dos almas gemelas.
Anna Todd
Antes de ella
After – 0
Para mis magníficos lectores, que me inspiran mucho más de lo que puedan llegar a imaginar
PLAYLIST DE HESSA
Never Say Never de The Fray
Demons de Im agine Dragons
Poison & Wine de The Civil Wars
I’m a Mess de Ed Sheeran
Robbers de The 1975
Change Your Ticket de One Direction
The Hills de The Weeknd
In My Veins de Andrew Belle
Endlessly de The Cab
Colors de Halsey
Beautiful Disaster de Kelly Clarkson Let Her Go de Passenger
Say Something de A Great Big World, con Christina Aguilera All You Ever de Hunter Hay es
Blood Bank de Bon Iver
Night Changes de One Direction
A Drop in the Ocean de Ron Pope
Heartbreak Warfare de John May er
Beautiful Disaster de Jon McLaughlin
Through the Dark de One Direction
Shiver de Coldplay
All I Want de Kodaline
Breathe Me de Sia
PARTE UNO
ANTES
De pequeño, el niño soñaba con qué sería de m ay or.
Quizá policía, o profesor. Vance, el am igo de m am á, trabaj aba ley endo libros, y eso parecía divertido. Pero el chico dudaba de su capacidad; no tenía aptitudes. No sabía cantar com o Joss, un niño de su clase. No sabía sum ar y restar núm eros largos com o Angela. Apenas era capaz de hablar delante de sus com pañeros, a diferencia del dicharachero Calvin. Con lo único que disfrutaba era ley endo páginas y páginas de sus libros. Esperaba ansioso a que Vance se los llevara, lo que solía ser una vez a la sem ana, en ocasiones m ás, otras m enos.
Había épocas en las que no aparecía, y entonces se aburría y releía las páginas gastadas de sus obras favoritas. Pero aprendió a confiar en que aquel hom bre tan sim pático siem pre acabaría volviendo, libro en m ano. Y el niño crecía y se volvía cada vez m ás inteligente, unos dos centím etros y un libro nuevo cada dos sem anas.
Sus padres fueron cam biando con las estaciones. Su padre cada vez gritaba m ás y tenía peor aspecto; su m adre estaba cada vez m ás cansada y sus sollozos inundaban el silencio de la noche y se volvían cada vez m ás intensos. El olor a tabaco y a cosas peores em pezó a filtrarse en las paredes de la pequeña casa.
Los platos sucios se desbordaban de la pila de la cocina, y el aliento de su padre apestaba a whisky. Con el paso de los m eses, en ocasiones incluso llegaba a olvidar por com pleto el aspecto que tenía su padre.
Vance acudía cada vez con m ás frecuencia, y él apenas reparó en el m odo en que los gem idos de su m adre se transform aron por las noches. Había hecho am igos. Bueno, un am igo. Ese am igo se trasladó a otro lugar y y a no se m olestó en hacer otros nuevos. Sentía que no los necesitaba, no le im portaba estar solo.
Los hom bres que se presentaron en su casa aquella noche cam biaron algo en lo m ás profundo de su ser. Presenciar lo que le sucedió a su m adre lo endureció; lo transform ó en una persona cargada de ira, y su padre se convirtió en un extraño para él. Poco tiem po después, aquél dej ó de aparecer tam baleándose por la m inúscula y m ugrienta casa. Desapareció del m apa, y el chico sintió alivio. Se acabó el whisky. Se acabaron los m uebles rotos y los aguj eros en las paredes. Lo único que dej ó atrás fue a un hij o sin un padre y un salón lleno de paquetes de cigarrillos m edio vacíos.
El m uchacho detestaba el sabor que le dej aba el tabaco, pero le encantaba el m odo en que el hum o inundaba sus pulm ones y le robaba el aliento. Acabó fum ándoselos todos, y después com pró m ás. Hizo am igos, si se podía llam ar amigos a un grupo de delincuentes rebeldes que le causaban m ás problem as que otra cosa. Em pezó a salir hasta tarde, y las m entirij illas piadosas y las brom as
inofensivas del grupo de adolescentes furiosos acabarían transform ándose en actos m ás graves. Se convirtieron en algo m ás oscuro, algo que todos sabían que estaba m al, en el sentido m ás profundo de la palabra, pero pensaban que sólo se estaban divirtiendo. Creían que tenían todo el derecho del m undo a com portarse así, y eran incapaces de negarse el subidón de adrenalina que les causaba el poder que sentían. Tras cada inocencia que robaban, sus pulsos latían con m ás arrogancia, con m ás sed de causar dolor y m enos lím ites.
Este chico seguía siendo el m ás blando de todos ellos, pero había perdido la conciencia que en su día lo hizo soñar con ser bom bero o profesor. La relación que estaba desarrollando con las m uj eres no era la habitual. Ansiaba su contacto, pero se protegía contra cualquier tipo de conexión em ocional. Esto incluía a su m adre, a quien había dej ado de decirle hasta el m ás sim ple « te quiero» . Apenas la veía. Se pasaba la m ay or parte del tiem po en la calle, y su casa pasó a ser sólo el sitio en el que recibía paquetes de vez en cuando, en los que aparecía una dirección del estado de Washington escrita baj o el nom bre de Vance com o rem itente.
Vance tam bién lo había abandonado.
Las chicas se fij aban en él. Se abalanzaban sobre él, le clavaban sus largas uñas dej ándole m edialunas m arcadas en los brazos m ientras él les m entía, las besaba y se las tiraba. Después de practicar el sexo, la m ay oría de ellas intentaban rodearlo con los brazos, pero él las apartaba y les negaba sus besos y sus caricias. En casi todas las ocasiones se largaba antes de que ellas hubiesen recobrado el aliento. Se pasaba los días y las noches colocado en el callej ón de detrás de la licorería o en la tienda del padre de Mark, m algastando su vida.
Robaba botellas de alcohol, grababa vídeos m anteniendo relaciones sexuales y hum illaba a chicas ingenuas. Había dej ado de sentir em ociones m ás allá de la arrogancia y la rabia.
Al final, su m adre dij o basta. Ya no tenía ni dinero ni paciencia para lidiar con su com portam iento destructivo. A su padre le habían hecho una oferta de trabaj o en una universidad de Estados Unidos. En Washington, concretam ente, el estado en el que vivía Vance, en la m ism a ciudad, incluso. El bueno y el m alo j untos en el m ism o lugar una vez m ás.
Su m adre creía que no la estaba escuchando cuando habló con su padre sobre enviarlo allí. Al parecer, el viej o se había desintoxicado, aunque él no estaba seguro. Nunca lo estaría. Adem ás, se había echado novia, una m uj er a la que le
tenía celos, y a que ella podía ver lo bueno de su nueva faceta; podía com partir las com idas sobrias y las palabras am ables de las que él nunca disfrutó.
Cuando llegó a la universidad, se m udó a una casa de fraternidad. Lo hizo sólo por fastidiar a su viej o pero, aunque no le gustaba el lugar, en cuanto trasladó sus caj as a esa habitación con un tam año bastante decente que sería sólo suy a, sintió una especie de alivio. El dorm itorio era el doble de grande que el que tenía en Ham pstead. No tenía aguj eros en las paredes y no había bichos reptando por los lavabos del cuarto de baño. Por fin tenía un lugar en el que colocar todos sus libros.
Al principio se pasaba el tiem po solo y no se m olestó en hacer am igos. Su pandilla se fue j untando poco a poco, y con ella volvió a caer en el m ism o com portam iento oscuro.
Conoció al doble de Mark, a su versión estadounidense, y eso lo hizo pensar que así era com o se suponía que tenía que ser el m undo. Em pezó a aceptar que siem pre estaría solo. Se le daba bien hacer daño a la gente. Hirió a otra chica, com o a la anterior, y volvió a sentir esa torm enta eléctrica que ascendía y descendía por su espalda y que am enazaba con destruir su vida con su furiosa energía. Em pezó a beber tanto com o su padre lo había hecho en su día, cosa que lo convirtió en el peor de los hipócritas.
Pero le daba igual; apenas era capaz de notar sensación alguna, y tenía am igos que lo ay udaban a olvidar el hecho de que no tenía nada auténtico en la vida.
Nada im portaba.
Ni siquiera las chicas que intentaban llegar hasta él.
NATALIE
Cuando conoció a esa chica de ojos azules y cabello oscuro supo que estaba ahí para ponerlo a prueba de un modo distinto. Era buena, el alma más noble que había conocido hasta el momento…, y estaba perdidamente enamorada de él.
Sacó a la pobre ingenua de su vida perfecta y la arrastró hasta un mundo oscuro y sórdido para después abandonarla a su suerte en aquel ambiente que le era completamente ajeno. Su crueldad hizo de ella una marginada. Primero la repudió su iglesia y después su familia. Las críticas eran duras, los rumores se extendían de beata en beata, y su familia no se